El cardenal Raymond Leo Burke es Prefecto del Tribunal Supremo de la Signatura Apostólica y, por ello, responsable de la recta tramitación de las causas de nulidad matrimonial en todos los tribunales de la Iglesia y el encargado de resolver los conflictos de competencia entre los diferentes dicasterios.
En declaraciones, previas al Sínodo Extraordinario, el cardenal Burke no se ha cansado de recordar -criticando la propuesta del cardenal W. Kasper, favorable a que los divorciados casados civilmente puedan comulgar- que el ingrediente mínimo y esencial de una respuesta pastoral desde la misericordia es el respeto a la verdad, algo que pasa por el reconocimiento de que, si no ha habido una declaración de nulidad, existe un vínculo indisoluble.
Y lo ha argumentado en los siguientes términos: "la indisolubilidad del vínculo está claramente reconocida, desde la fundación de la Iglesia, en el evangelio de Mateo, por lo que la Iglesia tiene que respetar y promover la verdad del matrimonio de todos los modos posibles, como la unión indisoluble y abierta a la vida entre un hombre y una mujer. No puede haber cambios en eso". Si los hubiera, la Iglesia no estaría cumpliendo las palabras de Cristo en Mt 19,9. Lisa y llanamente, estaría fallando en la defensa de una verdad fundamental para la fe.
En el transcurso del Sínodo Extraordinario ha abundado en dicha tesis sosteniendo que no ve "cómo se pueda conciliar el concepto irreformable de la indisolubilidad del matrimonio con la posibilidad de admitir a la comunión a quien vive una situación irregular (...). Cuando ello sucede, se cuestiona directamente lo que ha dicho Nuestro Señor cuando enseñaba que quien se divorcia de su mujer y se casa con otra comete adulterio". Se trata de una verdad, ha concluido, que el papa, por ser vicario de Cristo en la tierra y el servidor de la verdad de la fe, ha de respetar.
Más recientemente, en declaraciones a Vida Nueva, ha insistido (un tanto grandilocuentemente, por cierto) que "el pilar de la Iglesia es el matrimonio. Si no enseñamos y vivimos bien esa verdad, estamos perdidos. Dejamos de ser la Iglesia".
La confrontación con W. Kasper
La confrontación de R. L. Burke -y sus otros cuatro compañeros cardenales- con la propuesta de W. Kasper se presta a diferentes consideraciones de orden escriturístico, patrístico, dogmático y jurídico. Ahora sólo es posible exponer sintéticamente (por motivos de espacios) el estado de la cuestión desde el punto de vista escriturístico.
Pero la conclusión sería, exactamente la misma si fuera posible adentrase en la argumentación patrística, dogmática y jurídica que se está desplegando en esta confrontación entre R. L. Burke (y los otros cuatro cardenales) con W. Kasper: no es una verdad revelada que Dios haya condenado la articulación de indisolubilidad y misericordia en el caso de los divorciados vueltos a casar.
Remito -para una ampliación de este punto- a la próxima publicación de un cuaderno de "Cristianisme i Justicie" ("De cuatro teólogos a cinco cardenales") en la que se exponen éstos y otros puntos.
"Lo que Dios ha unido, no lo separe el hombre" (Mt 5,31;19,3-9). El argumento escriturístico está particularmente presente en las críticas de los cinco cardenales. Lo discutible no es, por supuesto, la referencia a las palabras de Jesús (la verdad), sino la lectura y la interpretación que se hace de ellas (marginando la misericordia). "La verdad del matrimonio", ha recordado R. L. Burke, "está claramente reconocida, desde la fundación de la Iglesia, en el evangelio de Mateo". Es "la indisolubilidad del vínculo". Y, en eso, "no puede haber cambios".
Una mirada al pasaje en el que se registran las palabras de Jesús y a la historia de su exegesis invita a ser más cautos de lo que es R. L. Burke (y con él sus cuatro compañeros cardenales) ya que su crítica (y la contundencia con que la formulan, sin posibilidad de excepciones) no obedece a razones escriturísticas.
Como es sabido, en el evangelio de Mateo, las dos ocasiones en las que Jesús proclama solemnemente la indisolubilidad de la unión entre el varón y la mujer van acompañadas de dos importantes incisos (Mt.5, 31: "menos en caso de fornicación"; Mt 19, 9: "salvo en caso de adulterio") que parecen abrir la puerta a una excepción, por lo menos, en caso de adulterio de uno de los dos cónyuges.
Ya en su día, estos dos incisos fueron calificados por S. Agustín como un "oscurísimo problema". En la actualidad, lo siguen siendo. Los exégetas contemporáneos se mueven -como en el pasado- entre quienes interpretan que la afirmación de la indisolubilidad es totalmente incompatible con excepción alguna y quienes la entienden como algo profético-escatológico y, por ello, perfectamente conforme con una cierta tolerancia.
Así, por ejemplo, las iglesias cristianas ortodoxas y protestantes los han interpretado como una excepción que -añadida por Mateo con el fin de adaptar la enseñanza de Jesús a la situación particular de su Iglesia- permite el divorcio en caso de adulterio. Un comportamiento similar sería el de Pablo a propósito de lo que, después, será llamado y reconocido como el privilegio paulino (1 Cor 7,12-16).
La exegesis ortodoxa
Para los ortodoxos es incuestionable la indisolubilidad del matrimonio como voluntad de Dios. Pero también lo es que se trata de un ideal escatológico que se realizará en su plenitud sólo al final de los tiempos y que, por ello, no puede convertirse inmediatamente en disciplina eclesial. Ésta es la razón por la que no excluyen la tolerancia propia de un tiempo que, como el nuestro, es intermedio y en el que, al estar todavía condicionados por la fuerza del pecado y teniendo dificultades para alinearnos plenamente con el ideal último de Dios, no queda más remedio que confiar en su amor misericordioso. Evidentemente, esta interpretación no legitima, de ninguna manera, el divorcio, sino que, una vez constatada su dolorosa existencia, intenta poner remedio.
La exegesis luterana
Tampoco los luteranos niegan que la indisolubilidad sea una afirmación de Jesús. Sostienen, más bien, que ningún principio puede abolir el dato incontestable de un matrimonio fallido. Y lo que está irremediablemente roto no puede ser reunido mediante una simple apelación a un voluntarismo ético, estéril e impotente, que va contra la fuerza de las cosas o de la situación. Por eso, la suya es una interpretación que, condescendiente con las debilidades del ser humano, renuncia a aplicar de manera inflexible el ideal propuesto. Y lo hace a la luz de los incisos de Mateo y del privilegio paulino.
La exégesis católica
La exégesis católica, por su parte, ha ido evolucionando (desde los santos padres hasta los exégetas modernos) de una interpretación rígida y no permisiva (pero ya, desde entonces, dividida en la explicación de los dos incisos) a otra cada vez más tolerante. De hecho, coexisten tres interpretaciones en función del significado polisémico y discutido tanto de las preposiciones (exceptivas, inclusivas o preteritivas) como del sustantivo genérico "porneía": adulterio, fornicación, concubinato, unión ilegítima o ilegal, unión inválida por parentesco prohibido, algo que hoy sería un impedimento dirimente (José Rodríguez Diez)
Como consecuencia de ello, los exégetas católicos siguen discutiendo sobre esos incisos: "¿se refiere a la unión ilegal que no es verdadero matrimonio? ¿Admitían una excepción las comunidades judeocristianas? La letra -sostiene L. A. Schökel- favorece lo segundo, la interpretación tradicional lo primero" (Biblia del peregrino). Como se puede apreciar, la exégesis de estos incisos sigue siendo "el punto conflictivo de un rompecabezas (...) que persiste rebelde hasta para la crítica moderna" (P. Langa).
Quizá, por ello, su interpretación está más condicionada por pre-compresiones probables que por sólidas razones de carácter exegético. De ahí que, al no ser posible alcanzar una indicación moral determinante sobre el divorcio (y, menos, en la dirección defendida por R. L. Burke), se deja abierto el "logion" de Jesús sobre la indisolubilidad: no es posible entenderlo sin excepciones. O, dicho de otra manera: desde un punto de vista escriturístico, es de recibo y legítima, la articulación de indisolubilidad y misericordia.
En la exegesis católica actual hay, por tanto, un decantamiento a favor de una interpretación cada vez más cercana al criterio que preside la propuesta de W. Kasper: articular la verdad de la indisolubilidad con una praxis misericordiosa. Y, por ello, cada vez más lejana de la tan altisonantemente proclamada (que no debidamente argumentada) por estos cinco cardenales con R. L. Burke al frente.
Sería deseable que bajaran el tono de sus acusaciones y que no dieran por debidamente argumentadas tesis que nunca lo han estado escriturísticamente. Y menos en nuestros días.
Fuente: religiondigital.com
En declaraciones, previas al Sínodo Extraordinario, el cardenal Burke no se ha cansado de recordar -criticando la propuesta del cardenal W. Kasper, favorable a que los divorciados casados civilmente puedan comulgar- que el ingrediente mínimo y esencial de una respuesta pastoral desde la misericordia es el respeto a la verdad, algo que pasa por el reconocimiento de que, si no ha habido una declaración de nulidad, existe un vínculo indisoluble.
Y lo ha argumentado en los siguientes términos: "la indisolubilidad del vínculo está claramente reconocida, desde la fundación de la Iglesia, en el evangelio de Mateo, por lo que la Iglesia tiene que respetar y promover la verdad del matrimonio de todos los modos posibles, como la unión indisoluble y abierta a la vida entre un hombre y una mujer. No puede haber cambios en eso". Si los hubiera, la Iglesia no estaría cumpliendo las palabras de Cristo en Mt 19,9. Lisa y llanamente, estaría fallando en la defensa de una verdad fundamental para la fe.
En el transcurso del Sínodo Extraordinario ha abundado en dicha tesis sosteniendo que no ve "cómo se pueda conciliar el concepto irreformable de la indisolubilidad del matrimonio con la posibilidad de admitir a la comunión a quien vive una situación irregular (...). Cuando ello sucede, se cuestiona directamente lo que ha dicho Nuestro Señor cuando enseñaba que quien se divorcia de su mujer y se casa con otra comete adulterio". Se trata de una verdad, ha concluido, que el papa, por ser vicario de Cristo en la tierra y el servidor de la verdad de la fe, ha de respetar.
Más recientemente, en declaraciones a Vida Nueva, ha insistido (un tanto grandilocuentemente, por cierto) que "el pilar de la Iglesia es el matrimonio. Si no enseñamos y vivimos bien esa verdad, estamos perdidos. Dejamos de ser la Iglesia".
La confrontación con W. Kasper
La confrontación de R. L. Burke -y sus otros cuatro compañeros cardenales- con la propuesta de W. Kasper se presta a diferentes consideraciones de orden escriturístico, patrístico, dogmático y jurídico. Ahora sólo es posible exponer sintéticamente (por motivos de espacios) el estado de la cuestión desde el punto de vista escriturístico.
Pero la conclusión sería, exactamente la misma si fuera posible adentrase en la argumentación patrística, dogmática y jurídica que se está desplegando en esta confrontación entre R. L. Burke (y los otros cuatro cardenales) con W. Kasper: no es una verdad revelada que Dios haya condenado la articulación de indisolubilidad y misericordia en el caso de los divorciados vueltos a casar.
Remito -para una ampliación de este punto- a la próxima publicación de un cuaderno de "Cristianisme i Justicie" ("De cuatro teólogos a cinco cardenales") en la que se exponen éstos y otros puntos.
"Lo que Dios ha unido, no lo separe el hombre" (Mt 5,31;19,3-9). El argumento escriturístico está particularmente presente en las críticas de los cinco cardenales. Lo discutible no es, por supuesto, la referencia a las palabras de Jesús (la verdad), sino la lectura y la interpretación que se hace de ellas (marginando la misericordia). "La verdad del matrimonio", ha recordado R. L. Burke, "está claramente reconocida, desde la fundación de la Iglesia, en el evangelio de Mateo". Es "la indisolubilidad del vínculo". Y, en eso, "no puede haber cambios".
Una mirada al pasaje en el que se registran las palabras de Jesús y a la historia de su exegesis invita a ser más cautos de lo que es R. L. Burke (y con él sus cuatro compañeros cardenales) ya que su crítica (y la contundencia con que la formulan, sin posibilidad de excepciones) no obedece a razones escriturísticas.
Como es sabido, en el evangelio de Mateo, las dos ocasiones en las que Jesús proclama solemnemente la indisolubilidad de la unión entre el varón y la mujer van acompañadas de dos importantes incisos (Mt.5, 31: "menos en caso de fornicación"; Mt 19, 9: "salvo en caso de adulterio") que parecen abrir la puerta a una excepción, por lo menos, en caso de adulterio de uno de los dos cónyuges.
Ya en su día, estos dos incisos fueron calificados por S. Agustín como un "oscurísimo problema". En la actualidad, lo siguen siendo. Los exégetas contemporáneos se mueven -como en el pasado- entre quienes interpretan que la afirmación de la indisolubilidad es totalmente incompatible con excepción alguna y quienes la entienden como algo profético-escatológico y, por ello, perfectamente conforme con una cierta tolerancia.
Así, por ejemplo, las iglesias cristianas ortodoxas y protestantes los han interpretado como una excepción que -añadida por Mateo con el fin de adaptar la enseñanza de Jesús a la situación particular de su Iglesia- permite el divorcio en caso de adulterio. Un comportamiento similar sería el de Pablo a propósito de lo que, después, será llamado y reconocido como el privilegio paulino (1 Cor 7,12-16).
La exegesis ortodoxa
Para los ortodoxos es incuestionable la indisolubilidad del matrimonio como voluntad de Dios. Pero también lo es que se trata de un ideal escatológico que se realizará en su plenitud sólo al final de los tiempos y que, por ello, no puede convertirse inmediatamente en disciplina eclesial. Ésta es la razón por la que no excluyen la tolerancia propia de un tiempo que, como el nuestro, es intermedio y en el que, al estar todavía condicionados por la fuerza del pecado y teniendo dificultades para alinearnos plenamente con el ideal último de Dios, no queda más remedio que confiar en su amor misericordioso. Evidentemente, esta interpretación no legitima, de ninguna manera, el divorcio, sino que, una vez constatada su dolorosa existencia, intenta poner remedio.
La exegesis luterana
Tampoco los luteranos niegan que la indisolubilidad sea una afirmación de Jesús. Sostienen, más bien, que ningún principio puede abolir el dato incontestable de un matrimonio fallido. Y lo que está irremediablemente roto no puede ser reunido mediante una simple apelación a un voluntarismo ético, estéril e impotente, que va contra la fuerza de las cosas o de la situación. Por eso, la suya es una interpretación que, condescendiente con las debilidades del ser humano, renuncia a aplicar de manera inflexible el ideal propuesto. Y lo hace a la luz de los incisos de Mateo y del privilegio paulino.
La exégesis católica
La exégesis católica, por su parte, ha ido evolucionando (desde los santos padres hasta los exégetas modernos) de una interpretación rígida y no permisiva (pero ya, desde entonces, dividida en la explicación de los dos incisos) a otra cada vez más tolerante. De hecho, coexisten tres interpretaciones en función del significado polisémico y discutido tanto de las preposiciones (exceptivas, inclusivas o preteritivas) como del sustantivo genérico "porneía": adulterio, fornicación, concubinato, unión ilegítima o ilegal, unión inválida por parentesco prohibido, algo que hoy sería un impedimento dirimente (José Rodríguez Diez)
Como consecuencia de ello, los exégetas católicos siguen discutiendo sobre esos incisos: "¿se refiere a la unión ilegal que no es verdadero matrimonio? ¿Admitían una excepción las comunidades judeocristianas? La letra -sostiene L. A. Schökel- favorece lo segundo, la interpretación tradicional lo primero" (Biblia del peregrino). Como se puede apreciar, la exégesis de estos incisos sigue siendo "el punto conflictivo de un rompecabezas (...) que persiste rebelde hasta para la crítica moderna" (P. Langa).
Quizá, por ello, su interpretación está más condicionada por pre-compresiones probables que por sólidas razones de carácter exegético. De ahí que, al no ser posible alcanzar una indicación moral determinante sobre el divorcio (y, menos, en la dirección defendida por R. L. Burke), se deja abierto el "logion" de Jesús sobre la indisolubilidad: no es posible entenderlo sin excepciones. O, dicho de otra manera: desde un punto de vista escriturístico, es de recibo y legítima, la articulación de indisolubilidad y misericordia.
En la exegesis católica actual hay, por tanto, un decantamiento a favor de una interpretación cada vez más cercana al criterio que preside la propuesta de W. Kasper: articular la verdad de la indisolubilidad con una praxis misericordiosa. Y, por ello, cada vez más lejana de la tan altisonantemente proclamada (que no debidamente argumentada) por estos cinco cardenales con R. L. Burke al frente.
Sería deseable que bajaran el tono de sus acusaciones y que no dieran por debidamente argumentadas tesis que nunca lo han estado escriturísticamente. Y menos en nuestros días.
Fuente: religiondigital.com
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